En la construcción de perspectivas: de lo lúdico a lo político en la construcción de identidad latinoamericana
En la construcción de perspectivas: de lo lúdico a lo político en la construcción de identidad latinoamericana
Sofía Serrato
Antropología y Relaciones Internacionales
Universidad del Rosario
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Sofía Tapias
Relaciones Internacionales
Universidad del Rosario
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En el marco de la cátedra de Estudio de América Latina y el Caribe, se realizó una propuesta pedagógica, un ejercicio de reflexión colectiva, utilizando las nociones de la Geopolítica latinoamericana, la Dependencia y sus formas, la dicotomía Centro-periferia, las diferentes visiones de Autonomía y el Realismo —de la forma heterodoxa, secesionista, relacional, hasta la clásica y periférica—. A través del juego de mesa Dixit, se debía incorporar el contenido teórico del curso a la práctica conceptual. Esta dinámica, que consistió en asociar una pista verbal a una imagen en un contexto de adivinanza, sirvió como catalizador para interrogantes sobre la manera en que estos marcos conceptuales influyen en la percepción de la realidad. El presente texto reflexiona sobre cómo las metáforas visuales del juego dialogaron con la historia y cultura latinoamericana, analizando esas notables diferencias en la interpretación y la utilidad de estas imágenes para la comprensión y el estudio de los “traumas” latinoamericanos que han marcado la identidad de la región.

La actividad de gamificación con la modificación del juego Dixit, se convirtió en un espacio donde los marcos interpretativos —esos esquemas que organizan nuestra experiencia de la realidad— se revelan en toda su contingencia y potencia política posible. En la medida que al presentar metáforas como Realismo periférico o Operación Cóndor a través de imágenes ambiguas, la actividad no busca encontrar la respuesta correcta, sino exponer el proceso mismo de cada uno, mediante el cual construimos sentido sobre la identidad latinoamericana o esos procesos que hemos pasado.
En la dinámica de que cada jugador, al seleccionar una carta, esta representa una metáfora específica en el marco de referencia personal, sea por esas historias que han sido inculcadas, formaciones académicas, lecturas políticas, experiencias propias, hasta las formas más literales de representación.
Es aquí donde tomando un poco a Goffman en ese marco de referencia que fue la herramienta de toda la actividad, lo que pareció un simple juego se convirtió en una microrealidad —en esas cuatro paredes del Laboratorio de Gobierno— que se fue construyendo en la lucha por la definición de esas metáforas que representaban una realidad social.
La incertidumbre que genera el juego —¿qué carta tenía realmente el narrador? ¿cuál es la "mejor" representación de un concepto como Estados secesionistas?— es fundamental. No sólo propiamente en la dinámica del juego, una duda en cada uno de nosotros no es un fallo en el análisis, sino su esencia. Revela que las metáforas que usamos para hablar de América Latina no son transparentes ni unívocas; están cargadas de sobreentendidos, silencios y conflictos. La imagen mental que un estudiante tiene de Operación Cóndor —desde las aves en un árbol observando a un hombre ¿o siendo dirigidas por este?, sombras conectadas por el azar en un dado ¿o no tan asar pues existe una figura antropomórfica en la sombra?, un humano gigante utilizando de accesorio a otros humanos ¿o los humanos al lado de cada uno de sus oídos interpretando al subconsciente propio desde una conciencia exógena?— nunca coincidirá perfectamente con la de otro.
Aunque es posible llegar a consensos, con una mayoría en la actividad, desde el narrador, la representación fue un trono con un maniquí siendo controlado por hilos. La referencia a la doctrina de Seguridad Nacional estadounidense como manual y apoyo en cada una de las dictaduras del Cono Sur en la implementación de las políticas económicas y sociales. Sin embargo, nuestra dupla eligió un camino distinto, un juego de ajedrez de una pareja enamorada; con una explicación que de algún modo complementa ese maniquí en el trono.
La perspectiva de que el auge de las dictaduras del Cono Sur y su coordinación a través de la Operación Cóndor no puede atribuirse exclusivamente ni a causas internas ni a la influencia externa de Estados Unidos durante la Guerra Fría, ya que estos regímenes fueron el resultado de una interacción dialéctica en la que los factores internos de cada país —como la polarización política y las crisis institucionales— que crearon el terreno fértil para el autoritarismo. A su vez, ese contexto fue aprovechado y potenciado por un entorno internacional dominado por la política estadounidense de contención anticomunista. La provisión de entrenamiento militar, la difusión de doctrinas represivas como la de la Seguridad Nacional y la coordinación transnacional entre las dictaduras, que incluso precedió al acuerdo formal, se retroalimentaron mutuamente para aumentar la escala y la brutalidad de la represión. La interpretación es que la causalidad no fue lineal, sino un complejo entramado de influencias recíprocas.
Esa falta de coincidencia en las cartas no es un problema a resolver, sino un hecho a explorar en la identidad latinoamericana pues es, en sí misma, un campo de batalla discursiva donde el trauma se recuerda de maneras contradictorias y se moviliza para fines distintos. El acto de debatir colectivamente qué carta es la más adecuada para una metáfora como Estados revisionistas, obliga a una negociación de marcos. Desde las palabras en singular a plural, cambian profundamente la elección de imágenes, la composición siendo el caso más interesante en la actividad, al ser tener la carta de narrador que percibimos más compleja —con el árbol, la galaxia, el águila y el leñador— en la interpretación de una búsqueda por cambiar el status quo, las imágenes fueron paradójicamente las más literales dentro de lo absurdo que era la composición.
Tal vez Goffman diría que cada uno está “codificando” la metáfora y la negociación grupal es el intento de alinear esos marcos en uno con la intención de ganar la partida. Este proceso es pedagógicamente radical porque no solo enseña qué pensar sobre Latinoamérica, sino que también revela cómo pensamos sobre ella, al tener que explicitar nuestra "codificación" por dupla, nos vemos obligados a revelar nuestras suposiciones y sesgos ocultos.

No obstante, esta reflexión puede alargarse aún más si exploramos la perspectiva de Foucault, quizás él argumentaría que en la medida que conocimiento y el poder están siempre entrelazados, las interpretaciones que consideramos verdaderas o lógicas son, en realidad, un producto de las relaciones de poder de una sociedad. Por ello, cuando estuvimos negociando un significado en un grupo, no solo estábamos buscando un acuerdo, sino que estuvimos participando en una lucha de poder para imponer nuestra carta como la opción por la que todos debíamos votar. Debemos recordar que para esta corriente de pensamiento, el lenguaje no solo describe la realidad, sino que también la crea. Cada vez que interpretamos y comunicamos un concepto —Realismo periférico, Recursos, Operación Cóndor, Colonialidad del poder, Autonomía secesionista, Estados revisionistas, Overlay, Subordinación activa— no solo estamos hablando de ella, sino que estamos ayudando a construirla socialmente. A través de la repetición de estos actos, que estuvimos realizando a lo largo del semestre y en el espacio de Lab Gob, nuestras interpretaciones se vuelven tan sólidas que parecen naturales e incuestionables. De esta forma, lo que creemos que es una simple interpretación es, en realidad, un acto que consolida ciertas estructuras de poder y conocimiento.
Esta actividad, en el fondo, réplica a escala micro de un salón de clases, el macroproceso de construcción de la identidad regional. Así como los Estados, los movimientos sociales, académicos, políticos y medios de comunicación pugnan por imponer sus marcos sobre el significado de "ser latinoamericano" —un marco de victimización, otro de resistencia, los híbridos—, los jugadores en el acto de selección de una carta esperan encontrar una interpretación (silenciosa) que logre imponer una unanimidad en la interpretación de la metáfora. El trauma, en este contexto, no es solo un contenido a representar —las dictaduras, la colonialidad— sino una forma de relacionarnos con el significado. Es la conciencia de que cualquier consenso es provisional, responder a un momento situacional, que cualquier imagen puede esconder una herida, y que la identidad es el relato inestable que surge de intentar nombrar lo que nos ha desgarrado.
Al final, las imágenes que se interpretaron en un juego de mesa como Dixit nos muestra que la identidad latinoamericana es como una partida de cartas infinitas, en la medida que no hay una imagen definitiva para Realismo periférico o Subordinación activa, sino un repertorio de representaciones en pugna. La riqueza de esta actividad no está en la respuesta correcta, sino en la pluralidad misma, en la posibilidad de ver, a través de los ojos de otro, una imagen distinta —del género fantástico en las opciones del juego— que de igual forma compone ese sentimiento de lo “traumático” hablado en clase.