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Editorial

La responsabilidad de permanecer en Venezuela

Por: Ronal F. Rodriguez
Vocero e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.

Ronal F. Rodríguez -Observatorio de Venezuela- UR (@ronalfrodriguez) / X

La relación con Venezuela siempre ha sido compleja, la interdependencia con nuestro vecino más importante es difícil de administrar para la Cancillería, pero desde el ascenso de la Revolución Bolivariana la relación se ha hecho más difícil. La subordinación de la agenda a las volubles interpretaciones ideológicas del chavismo, han afectado la relación bilateral, malogrado la capacidad consular y deteriorado el comercio. Situación que empeoró desde que Nicolás Maduro está en la presidencia.

Después de mucho tiempo el gobierno del presidente Gustavo Petro, ha logrado reconstruir canales de comunicación efectivos con el régimen de Maduro, el embajador Milton Rengifo es recibido en la Casa Amarilla, sede de la cancillería venezolana, y la crisis desencadenada después de las elecciones del 28 de julio es manejada ponderadamente al más alto nivel por el canciller Luis Gilberto Murillo de forma conjunta con Brasil, México y Chile.

A diferencia de otros países, Colombia tiene la responsabilidad de mantener las relaciones diplomáticas y consulares con la dictadura chavista e insistir por una salida negociada de la crisis por la que atraviesa el hermano país. El Estado colombiano tiene la responsabilidad de proteger a nuestros nacionales en Venezuela, el cual continúa siendo uno de los países con más población colombiana, asimismo a los ciudadanos venezolanos en Colombia como mayor receptor de la diáspora venezolana.

Pero sobre todo tiene la responsabilidad de construir canales de protección para defensores de derechos humanos, periodistas, líderes políticos, académicos y ciudadanos que están sufriendo la arremetida del aparato represor del régimen venezolano en su afán por permanecer en el poder. El servicio exterior colombiano es uno de los pocos de Suramérica que permanece en Venezuela, lo que fácticamente le confiere la responsabilidad de gestionar canales de auxilio a ciudadanos de las diferentes nacionalidades de la región.

Colombia debe presionar estratégicamente al régimen venezolano para contener la violencia y la violación de los derechos humanos, hacer de los espacios diplomáticos áreas de protección y construir corredores humanitarios para la salida de personas perseguidas. Todo en paralelo a la coordinación con Brasil, México y Chile para que la situación se resuelva de forma negociada en dirección a la reconstrucción democrática y la salida pacifica del chavismo de las diferentes instancias del Estado venezolano con el menor traumatismo para la región y especialmente para Colombia.

¿Trump 2.0?

Que nadie lo dude: un segundo gobierno de Trump sería más peligroso que el primero.

Por: Juan Fernando Palacio
Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad de Antioquia.
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No es un asunto de partidos ni de preferencias políticas. Es un asunto de competencias, de valores personales y de impulsos.

Y no es que el gobierno Biden esté libre de críticas o que un gobierno demócrata sea per se más idóneo. Pero la disyuntiva a la que se enfrentarán los votantes estadounidenses este noviembre será entre dos alternativas radicalmente distintas.

El cuatrienio 2017-2021 de Trump se caracterizó por declaraciones incendiarias, actos irresponsables, montañas rusas mediáticas y desinformación constante de proveniencia directa de la presidencia. Su narrativa nativista e intimidadora atenuó divisiones sociales en suelo nacional y puso bajo presión extrema las alianzas tradicionales del país en el exterior. Luego de un manejo errático de la pandemia – la catástrofe pública de mayor relieve de los últimos años – el telón de su gobierno cerró con el tono sombrío de no haber reconocido su derrota electoral, de haber agitado a una turba que se tomó violentamente el Capitolio en Washington, poniendo en peligro de muerte a los legisladores estadounidenses, y de no haber hecho presencia en el discurso inaugural de su sucesor, en contravía a la tradición nacional de transición pacífica del poder.

Y, sin embargo, esta versión 1.0 de Trump en el poder fue una versión matizada y contenida. Trump se ganó la nominación republicana por sorpresa, pero, todavía un outsider, gobernó acompañado de figuras tradicionales del establishment de su partido, que les hicieron contrapeso a sus impulsos y que le brindaron algún grado de eficacia y coherencia a su gobierno. Pero los H. R. McMasters y los John Kellys de otrora, los Rex Tillersons, los John Boltons y los Mike Pences de su primer gobierno están ya demasiado lejos de su círculo de acompañantes, y su base política no ha querido escuchar las actuales expresiones de repudio de todos ellos sobre lo que significó haber trabajado para Trump en el gobierno.

Un Trump 2.0 sería diferente. En febrero pasado una corte de Nueva York ordenó a la Organización Trump pagar 355 millones de dólares por engaño y fraude; a la base política de Trump no le importó. En mayo Trump fue condenado en otro juicio por haber intentado manipular las elecciones pasadas al sobornar a una actriz porno para que no revelara públicamente un encuentro sexual con él – convirtiéndose en el primer presidente o expresidente de la historia de ese país que llega a ser un criminal convicto –; a la base política de Trump tampoco le importó. En diciembre había bromeado afirmando que reelegido presidente se comportaría como un dictador por un día; y este rapto autoritario tampoco le preocupó a su base política.

Rompiendo con la tradición institucionalista del país, la convención republicana, que acaba de nombrarlo oficialmente como candidato, se convirtió en un ejercicio de culto a la persona. Más aún luego de que sobreviviera, por fortuna, a un terrible intento de asesinato, auto-invistiéndose desde entonces de una aureola de divinidad.

El hecho clave de la convención para que constatemos cómo sería un segundo gobierno Trump fue su elección de J.D. Vance como fórmula vicepresidencial, senador joven de Ohio sin mucho peso propio que en los últimos años ha contorsionado sus ideas políticas a la imagen de la cosmovisión de Trump. Este nombramiento no significa nada distinto a que Trump interpreta que no necesitará de cuestionamientos, ni contrapesos, ni concertaciones internas dentro de su gabinete y partido, como los que hubo en su primer gobierno. Obediencia o picota. Y estas serían condiciones tremendamente graves para la gestión de la primera potencia del mundo.

Estamos ante un escenario de polarización, populismo, posverdad y descalcificación de la democracia en el que es muy factible que se elija a un presidente irresponsable e indolente, y ya desinhibido, al que le cuesta tan poco mentir, ante unos seguidores a los que les es tan fácil creer.

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La Red Colombiana de Relaciones Internacionales y el medio de comunicación Latinoamérica21 (L21) han suscrito una alianza que permitirá la participación de integrantes de la Red en este medio. Los miembros de RedIntercol tendrán la oportunidad de publicar sus columnas, así como un artículo mensual. Esta colaboración se ha formalizado con el objetivo de brindar mayor difusión y visibilidad al trabajo que realizan quienes hacen parte de RedIntercol. 

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Su enfoque principal radica en abordar cuestiones políticas, económicas y sociales de América Latina y el Caribe mientras difunden conocimientos, promueven el análisis crítico y fomentan la democracia. L21 tiene como objetivo cultivar una opinión pública informada, fomentar el diálogo, apoyar la democracia y abogar por una cultura de paz y no violencia.
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Invitaciones

Call for Papers: Tensiones y transformaciones de la sexualidad en el Sistema Internacional

El Observatorio de Análisis de los Sistemas Internacionales (OASIS), revista de Relaciones Internacionales indexada y evaluada por pares académicos, abre la convocatoria para recibir artículos para su edición 42 (julio – diciembre de 2025) que tendrá como tema: “Tensiones y transformaciones de la sexualidad en el Sistema Internacional”.

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Call For Papers: Exploring the Global Erosion of Democracy: Understanding Multicausal Threats and International Dynamics

Debates about the health of democracy globally have intensified in recent years. Despite there being more democratic countries in the world than ever following the third wave of democratization, the optimism associated with the spread and strengthening of this type of regime seems to be waning. The advancement of new forms of questionably democratic right and left continues, both in developing and developed countries, including in those countries where, until recently, such shifts would have been completely unimaginable.

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