Notas de prensa, Columnas de Análisis y Opinión

Columna “Embarrada Mayor”

Tremendo lío en el que el jefe máximo del Centro Democrático y varios legisladores, de la mano de su hombre en Washington, han metido al gobierno Duque en su relación futura con Estados Unidos.

Aunque el detonante inmediato fue la participación indebida en el proceso electoral de Florida -que como mínimo ayudó a la cubana-americana María Elvira Salazar a quitarle la curul a la exrectora de la Universidad de Miami y supuesta “socialista” Donna Shalala-, el episodio refleja un patrón desconcertante de alineación con la extrema derecha del Partido Republicano.

Hace casi un año la polémica conversación grabada entre Francisco Santos y la canciller Claudia Blum reveló esa idea peculiar de la diplomacia: olvidarse del conducto regular a través del Departamento de Estado y concentrar los esfuerzos colombianos en Mauricio Claver-Carone, director de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad, y en el senador Marco Rubio, el poder ideológico en la sombra en lo concerniente a Cuba, Venezuela y Nicaragua, y crecientemente Colombia.

Si la memoria le sirviera mejor al embajador y exvicepresidente Santos, recordaría que la actitud desobligante del gobierno Uribe frente a las inquietudes demócratas sobre los derechos humanos y el TLC no solo le costó la ratificación del tratado, sino que agrandó la falta de química con Obama cuando este llegó a la Casa Blanca. Similarmente, la excesiva cercanía con Trump y los republicanos, y el desconocimiento de preocupaciones demócratas relacionadas con el asesinato de líderes sociales y desmovilizados, la implementación del Acuerdo de La Habana y la fumigación con glifosato han vuelto a deteriorar el cimiento bipartidista que garantiza la fluidez de la relación bilateral. Más problemático aún, el apoyo a la paz y a los derechos humanos, y la posible apertura a estrategias alternativas de lucha contra las drogas ilícitas que podrá introducir el mandatario electo Joe Biden, serán de difícil manejo cuando el matrimonio cultivado con la derecha estadounidense se basa en la oposición a todo aquello.

Los temas internos no son los únicos en los que se vislumbran roces. Con Cuba, país con el que nuestras relaciones están deterioradas, Biden ha dicho que revertirá a la normalización iniciada por Obama, mientras que con Venezuela lo más probable es que insista en una salida negociada que Duque ha rechazado de plano. En el caso del BID, ha sido claro en afirmar que Claver-Carone -cuya candidatura fue promovida activamente por Colombia- no es idóneo para dirigir el Banco.Desde hace décadas ha primado en EE. UU. una voluntad conjunta de republicanos y demócratas de trabajar con Colombia. Se trata de los pocos consensos que aún existen. La embarrada del uribismo, cuyo apoyo electoral a republicanos y acusaciones de “castrochavismo” a demócratas se han convertido en titulares de prensa allá, no es un asunto menor.

No se podrá subsanar con felicitaciones insulsas a Biden, invocaciones desvergonzadas del bipartidismo, ni mucho menos una cátedra de Uribe al presidente entrante sobre cómo orientar su política exterior. Por más que se diga lo contrario, alguna cuenta de cobro le llegará a Colombia. Aunque no será suficiente para curar las fuertes y entendibles molestias causadas por su partido, el presidente Duque tiene que comprender que el control de daños comienza por cambiar a quien nos representa en Washington.

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