Análisis “Biden y Colombia”
Por: Alexander Arciniegas
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Ante la elección de Joe Biden como Presidente de Estados Unidos en un ambiente de división sociopolítica, alimentada por un Trump que habla de fraude sin ningún argumento razonable, vale preguntarnos sobre las consecuencias que traería para Latinoamérica y Colombia el regreso demócrata a la Casa Blanca.
Es bueno reiterar que Biden es un curtido político del ala moderada demócrata, un amigo del complejo industrial-militar estadounidense y de los grandes bancos. La derrota de Trump nos permite descansar de su brutalidad, su racismo, su misoginia y de su negacionismo ante la ciencia, pero recordemos que Biden apoyó como senador la invasión de Irak y como vice de Obama, al menos fue testigo impasible de la intervención en Libia y de los golpes de estado en Honduras, Paraguay y Brasil.
La no reelección de Trump debilita la ultraderecha planetaria y en Latinoamérica deja huérfanos a políticos como Duque, Guaidó y Bolsonaro. Y aunque Washington seguirá fiel a su tradicional intervencionismo, posiblemente con Cuba y Venezuela retome los canales diplomáticos. Ahora bien, las prioridades que Biden insinúa frente a Colombia: implementación de la paz, fortalecimiento de la justicia, medio ambiente, derechos humanos y lucha contra el narcotráfico más allá de la erradicación forzosa, contrastan con estos cuatro años de matoneo trumpista al acuerdo de paz y de presiones para volver al cancerígeno glifosato.
Estas mismas prioridades avizoran futuras fricciones con el gobierno Duque en virtud de sus constantes ataques a la independencia de la Corte Suprema y de la JEP, la alarmante cifra de líderes sociales impunemente asesinados y la “parainstitucionalidad” de la paz, que debilitó el Programa Nacional de Sustituciones y remplazó los planes de desarrollo territorial PDTs por la militarización de las Zonas Futuro. Esto para no hablar de su irresponsable defensa del ‘fracking’.
Por estos potenciales frentes de fricción llegará en los próximos dos años la “factura” demócrata por la indecorosa intromisión del gobierno colombiano en las elecciones gringas, tal como sucedió tras la victoria de Obama en 2008, pese a que el apoyo de Uribe a McCain hizo mucho menos ruido.