Humillación en Kabul Destacado
Autor: Juan Fernando Palacio
Profesor de Relaciones Internacionales, UPB Medellín, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
A pesar de tan desastroso desenlace, no debe perderse la perspectiva.
Una multitud afgana corriendo sobre la pista, desesperada por aferrarse al fuselaje de un avión militar de carga al momento de despegar; y el video capturando el empeño de ese gesto suicida. La humanidad, que ha visto casi de todo, todavía no conocía esas miserias de las que fuimos testigos en los últimos días. Las imágenes del caos en Kabul con la retoma relámpago de los talibanes van a marcar a toda una generación en el mundo y son el brusco retrato final de otro imperio más que muerde el polvo en la difícil geografía de este país.
Muy pocos analistas estaban en capacidad de anticipar una retoma tan veloz de los talibanes y que se iban a enfrentar a un ejército que en muchos casos prefirió no luchar. Cualquier líder estadounidense habría preferido hacer las cosas distinto para evitar una vergüenza de estas proporciones. Detrás de esto se puede pensar en grandes fallas de inteligencia militar o en una obstinación severa, o en una mezcla de ambas. Si se hubiera esperado al menos hasta el inicio del invierno para la retirada, el gobierno afgano se habría sostenido en el poder por unos meses claves, lo que habría facilitado como mínimo una evacuación más ordenada y como máximo un pacto político que dejara a la población en mejores condiciones. Pero es muy fácil decir cómo se pudo haber evitado derramar la leche cuando ya está en el suelo la tinaja. No es una reflexión tan productiva.
Más interesante es analizar por qué, a pesar del alto riesgo de humillación que involucraba la veloz retirada de Afganistán para la potencia, el gobierno decidió empeñarse en este curso de acción. Son tres factores a considerar.
El primero es la decepción del gobierno estadounidense ante la crónica corrupción del gobierno afgano: cuantiosos recursos que se esfumaban como el humo, valores democráticos que no se interiorizaban. No contar con un aliado confiable en el territorio que dé esperanza de frutos futuros desmoraliza a cualquier aliado. El segundo factor es la plausible conclusión de que no importaba demasiado cómo se hiciera la retirada: el desenlace final no cambiaría mucho.
Y un tercer factor, de suma importancia, es el reconocimiento de la urgencia de que Estados Unidos se concentre en lo realmente estratégico para su interés nacional. Como ejemplo, el presupuesto que se invirtió en Afganistán habría bastado para renovar toda la infraestructura de transportes estadounidense por una generación. La salida de Afganistán es entonces una formidable liberación de energía y recursos para el país.
Ante todo, hay que resistir la tentación de sacar conclusiones apresuradas. Por ejemplo, es prematuro creer que la retirada de Afganistán va a condenar para siempre la presidencia de Biden y le va a costar la reelección al partido demócrata. Faltan tres años largos para que este gobierno entregue resultados en muchos frentes, siendo para los votantes el frente doméstico mucho más importante que la política exterior.
Asimismo, tampoco se puede concluir que la salida de Afganistán significa que al gobierno Biden no le importan los derechos humanos. Se trata más bien de la aceptación de que, cuando los recursos son limitados y los resultados dudosos, los derechos humanos deben promoverse a través instrumentos de política exterior diferentes a la intervención militar.
Finalmente, contrario a lo que muchos creen, tampoco se debe pensar que el desastre de Kabul es un signo seguro del declive de la hegemonía estadounidense. En el corto plazo el costo reputacional es grande y las víctimas colaterales numerosas, lo que exigirá grandes esfuerzos de reparación de la potencia en los próximos años. Pero en el mediano plazo estos eventos son menos importantes. Un hecho central del actual orden mundial es que la supremacía militar y geoestratégica de Estados Unidos no tiene rival visible. Es esa gran ventaja la que le da espacio para cometer errores como los de Irak o Afganistán sin riesgos existenciales; privilegio de muy pocos.
No debe olvidársenos que, a los pocos años de la nada decorosa retirada de Vietnam, Estados Unidos ganó la Guerra Fría. Y hoy Vietnam y Estados Unidos gozan de excelentes relaciones.
Todavía está por verse qué va a pasar para este caso el día después del día después.
(Imagen: Financial Times)