Artículos de Divulgación

La encrucijada de Chile Destacado

Autor: Juan Fernando Palacio

Profesor de Relaciones Internacionales, UPB Medellín, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

La constituyente puede ayudar a enderezar el rumbo, pero también implica riesgos

El pasado 15 y 16 de mayo el pueblo chileno eligió democráticamente a los 155 miembros de la Convención Constitucional, un órgano creado como respuesta a la crisis política en la que se había sumido el país por el llamado Estallido Social, una oleada de protestas por descontentos sociales que comenzaron en octubre de 2019 y que sólo cedieron cuando inició la pandemia.

La gran sorpresa de las votaciones de mayo ha sido que la izquierda y los independientes, algunos de un corte más radical que la tradicional izquierda chilena, han obtenido más de dos tercios de los votos, y esto a pesar de que el gobierno del presidente Piñera ha sido uno de los más exitosos en América Latina en su respuesta a la crisis sanitaria. Como la Constitución debe aprobarse por mayoría de dos tercios, esto quiere decir que en la práctica la coalición de derecha perdió la capacidad de veto en la redacción del nuevo texto. Muchos están alarmados y preocupados por el futuro de Chile, y algunos están pronosticando un declive económico y político que termine llevando al país a una situación como la de Argentina o Venezuela.

La economía chilena ha sido una de las más destacadas en América Latina. Desde la dictadura de Pinochet, el país optó por una política económica de liberalización comercial y de poco protagonismo del Estado en la economía. Estas políticas, que fueron mantenidas y respaldadas tanto por gobiernos de izquierda como de derecha, sumadas a la riqueza mineral del país, le han permitido a Chile un desempeño macroeconómico excepcional y grandes logros en la reducción de la pobreza. Chile ha gozado de tasas de crecimiento y de inflación saludables. La deuda pública es de las más bajas de la región, del orden del 30% del PIB. Chile ha tejido una de las redes de tratados comerciales más grandes de todo el mundo, que le permiten acceso privilegiado a muchos mercados. El resultado ha sido que Chile tiene hoy un ingreso medio que está entre los más altos de la región y ha logrado una de las reducciones más formidables de la pobreza, a niveles inferiores al 10%, con una pobreza extrema de menos del 3%.

Sin embargo, el Estallido Social de 2019 demostró las inconformidades de la población y la impaciencia para que la situación mejore. Si bien el modelo chileno ha sido exitoso en términos de estabilidad macroeconómica y en reducción de la pobreza, no lo ha sido lo suficiente en reducción de la desigualdad, y la población reclama un rol más protagónico del Estado que garantice condiciones de bienestar entre los más desfavorecidos. Eso, junto con la percepción de corrupción y de desconexión de la élite política con el pueblo, son los factores que explican el descontento.

La nueva Constitución será para los chilenos una oportunidad para corregir fallas en el modelo y devolverle al gobierno un rol más protagónico en la redistribución de riqueza hacia los más desfavorecidos y como garante en la prestación de servicios básicos como la salud y la educación. Es, además, una oportunidad para combatir deudas históricas como la de los derechos de las poblaciones indígenas o la inequidad de género.

El peligro radica en que la Convención Constitucional interprete que lo que debe hacer no es corregir los problemas sino cambiar el modelo mismo. Los principios de libre iniciativa privada en el marco de la ley, responsabilidad monetaria y fiscal e inserción del país a la economía global han sido la base de la prosperidad chilena por cuatro décadas. Si se protegen esos principios, el país podría mejorar su rumbo y seguir creciendo con un componente de mayor justicia social. Si se abandonan, difícilmente podría Chile garantizar una creación de riqueza que le permita redistribuir.

El diálogo de los constituyentes apenas va a comenzar y todo está por definirse. Estas deliberaciones son muy necesarias en un país en crisis, son en sí mismas ya una catarsis, y al darse con altura le ayudan al país a reconciliarse. La constituyente será exitosa en la medida en que prime el equilibrio y la mesura en la redacción del nuevo texto y que sean integradas las visiones de todos los sectores. El consenso siempre es más difícil, pero es también más poderoso que las simples mayorías para la construcción de legitimidad.

Mientras Chile se examina y se proyecta, Colombia agitada la mira de reojo.

 

(Imagen: CIPER)

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