Editorial   

Por: Erli Margarita Marín-Aranguren

FIGRI-Universidad Externado de Colombia

Cooperación y cambio climático: ¿más real?

Cuando se abordan los temas de cooperación o lo que involucra el cambio climático tiende a considerarse que es algo que atañe a los Estados. No obstante, poco a poco se ha hecho conciencia de que cada ser viviente tiene un rol, en términos del cambio climático. También, hay más claridad acerca del conocimiento del ecosistema de la cooperación internacional. Aun así, tienden a dejarse de lado los aportes desde las organizaciones de la sociedad civil (OSC) o entidades sin ánimo de lucro (ESAL), más conocidas como organizaciones no gubernamentales (ONG).

Fue precisamente el Club de Roma la entidad que solicitó el informe sobre Los límites del crecimiento, que se dio a conocer al inicio de la década del 70 del siglo pasado. En ese momento, esa OSC fue vilipendiada porque se atrevió a decir lo que sucedería ahora en el siglo XXI. Bien, ya estamos viviendo las realidades que entonces consideraron una locura. Para algunos había problemas no solo en el world3 (el sistema informático) sino también en las interpretaciones de la simulación realizada. Quienes tenemos la dicha de habitar este planeta, en la tercera década de esta centuria, evidenciamos que la tierra reacciona a todo lo que la humanidad le ha provocado: tiende a colapsar, por la sobreexplotación de recursos.

La realidad es que muchos científicos, algunos miembros del sector privado e incluso algunos Estados y otras OSC/ONG se han unido, han hecho el seguimiento al informe del Club de Roma y han llegado a una simple y aterradora conclusión: ¡tenían razón! Hoy se evidencia con facilidad, pues los inviernos son más fríos y los veranos más calientes y largos. Para mencionar solo un evento de origen climático, se recurre al fenómeno del niño. Sin ir más lejos, este ejemplo sirve para percibir cómo el problema no es de un territorio, sino que se extiende a varios Estados. Afecta a millones de personas. Y es, entre todos, que se deben construir soluciones.

No en vano el Fondo Monetario Internacional ha hecho evidente que “para abordar el cambio climático la cooperación internacional es más importante que nunca”. Pero, siempre hay peros, se menoscaba la capacidad para coordinar las acciones y tomar las políticas que se requieren. Éstas han de ser de carácter internacional y son exigentes. El mismo Fondo advierte una tarificación del carbono y eso, para muchos, puede ser tan grave como la misma enfermedad.

Por ahora, los hechos muestran que las diferentes OSC y las organizaciones empresariales lograron que, en el marco de la 28^a conferencia de las partes (COP28) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, se reconociera que la ambición de los actores no gubernamentales requiere impulso estatal. Allí en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, también consiguieron un reconocimiento al trabajo mancomunado local y global. Además, intentaron que el lema de la COP28 (“Unir. Actuar. Cumplir”) fuera un paso más allá; por ello se planteó la evaluación de los avances de los objetivos del Acuerdo de París. Lo que algunos han llamado el “balance mundial”. No obstante, para organizaciones como Greenpeace, Amigos de la Tierra, WWF, Seo/BirdLife, Intermón Oxfam, entre otras, estos son guiños débiles que no permiten avanzar con la firmeza requerida.

Como quiera que sea, no es la primera vez que se clama por Alianzas. Ya se había hecho en la Agenda 2030. De hecho, en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 17 menciona a las Alianzas para lograr los objetivos. Y es un secreto a voces la amplia participación de las OSC tanto en la construcción de la Agenda 2030 como en la COP28, pues la acción por el clima no puede esperar. Algunos académicos como Martha Isabel Gómez Lee (docente-investigadora de la Universidad Externado de Colombia) ya han reiterado que es: “Ahora o nunca”.

Y se puede leer en los titulares de los grandes medios noticiosos o de las páginas web de las agencias de Naciones Unidas cuando revelan: cómo las sequías afectan a miles de personas, cómo las inundaciones causan millones en pérdidas económicas, cómo los incendios devoran territorios en los que se requerirá de cientos de años para volver a contar con la flora y la fauna que huye o va quedando entre las cenizas. Cómo las olas de calor afectan a países en América Latina o cómo el frío invierno obliga a cerrar vías, escuelas y comercios. Organismos intergubernamentales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT), entre otros, también se preocupan.

Nada de eso es ajeno para los colombianos. En las primeras semanas del 2024 los incendios forestales estuvieron en la agenda en pequeñas y grandes ciudades del país. Ello llevó a que el Gobierno Nacional decretara la situación de desastre nacional por 12 meses y la ayuda internacional no se hizo esperar: Brasil, Canadá, Chile, Estados Unidos, Perú y Uruguay desplegaron recursos técnicos y económicos para afrontar la situación. Con Brasil, ya se venían adelantando conversaciones para el trabajo mancomunado ante las posibles consecuencias del cambio climático. Entre otras acciones puede anotarse el apoyo a investigaciones, financiadas por la Fundación Mitsubishi, para la adopción de un marco para la conservación del Amazonas; los trabajos de la Fundación Natura para conocer las perspectivas latinoamericanas de las mujeres indígenas frente al cambio climático y, el mismo trabajo mancomunado que se ha adelantado entre varias instituciones del Estado colombiano y ONG para atender los compromisos de país en las COP.   

Así las cosas, de cerca o de lejos, el cambio climático no se puede ocultar. Han de emprenderse acciones en diferentes escalas, pero apagar incendios no ha de ser el eje del accionar ni estatal, ni de las organizaciones intergubernamentales. Las organizaciones de la sociedad civil no solo denuncian, muchas de ellas son autoridades que presentan sus ofertas de valor en los escenarios internacionales. Hay algo ¿más real? 

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En el desarrollo de sus actividades, programadas para los días viernes, entre las 2:00 y las 4:00 p.m., el semillero fomenta el perfeccionamiento de habilidades en argumentación, expresión oral, investigación y de trabajo en equipo, útiles para desenvolverse profesionalmente luego del ciclo formativo en la Universidad. La misión de ATLAS se respalda también en el aprovechamiento de las tradiciones de la disciplina, a través de ejercicios de escritura, debate académico y presentaciones. 

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